agosto 28, 2006

Nuestras Oraciones de Retiro de Invierno


Señor, ayúdame a confiar ciega y totalmente en ti. Permíteme aceptar que tú me quieres siempre por lo que soy y no por lo que creo debiera ser. Así como tu esperas mi oración de cada día y de cada momento, enséñame a escuchar tu oración permanente y constante por mi. Gracias Señor por ser mi Padre y por quererme como mi madre. Amén.


Señor, hoy quiero recomenzar mi relación contigo. Quiero experimentar el abandono en tu confianza. Quiero vivir el desapego al que me invitas, quiero tener una comunicación cotidiana contigo de calidad. Ayúdame a no desfallecer en el intento. Hagámoslo juntos. Ayúdame a perseverar. Amén
A ti Señor me entrego, con la confianza de un niño al que se le hace una promesa, porque en ti confío.
En ti Señor encuentro la paz, como es que se siente en los amaneceres de la primavera.
Tú Señor eres mi alegría y mi consuelo, todo lo que tengo a ti te lo debo y por ti lo doy.
Amén.

EL PLACER DE SERVIR


Toda naturaleza es un anhelo de servicio.
Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.
Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú;
Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú;
Donde haya un esfuerzo que todos esquivan,
acéptalo tú.
Sé que él aparta la piedra del camino, el odio entre los corazones y las dificultades del problema.

Hay una alegría del ser sano y la de ser justo, pero hay, sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir.
Qué triste sería el mundo si todo estuviera hecho, si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender.

Que no te llamen solamente los trabajos fáciles
¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan!
Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito con los grandes trabajos;
hay pequeños servicios que son buenos servicios: ordenar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña.
Aquel que crítica, éste es el que destruye, tu sé el que sirve.
El servir no es faena de seres inferiores.
Dios que da el fruto y la luz, sirve.
Pudiera llamarse así:
“ El que Sirve”.

Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos pregunta cada día:
¿Serviste hoy? ¿A quién?
¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?

Gabriel Mistral